JM Roma, la musicalidad de los volúmenes

JM Roma es un artista plástico con un lenguaje muy personal. Sus obras conjugan aspectos visuales de gran variedad cromática y tratamiento textural, que se organizan en conformaciones fácilmente definibles y tangibles que guardan en la no-expresión de sus personajes el secreto de una instintiva virtud humanística.

Su pintura es una pintura fresca, agradable, con un excelente manejo del color, la forma, la geometría y el equilibrio. Un artista que sabe fusionar la pintura tradicional con un aire renovado y particular estilo, que se preocupa por conservar una correcta conducción de la técnica, una composición coherente con profundidad y perspectiva y un excelente cromatismo.

Nada puede decir tanto ni tan bien de la personalidad de un artista, del carácter y virtuosismo de su mente creadora, que el empleo y distribución de los colores, las tendencias de éstos, los contrastes y la musicalidad que en ellos se contiene para crear una sensación excitante o tranquila, para significar temperatura, tamaño, profundidad o peso, y al igual que en la música, buscar la armonía del color deliberadamente para despertar la confluencia ante una amalgama de sentimientos de distinta naturaleza y efectos con los que le será posible expresar lo alegre o triste, lo luminoso o sombrío, lo tranquilo o lo exaltado, etc.

JM Roma es un artista sabadellense enamorado de sus obras y de lo que en ellas se transmite, la exaltación de sus sentimientos, fe, libertad, pasión, verdad, dolor, esfuerzo, armonía, son conceptos que subyacen en la entrega total en su obra artística. Fondos estampados con guirnaldas y motivos florales; figuras toreras o con trajes regionales; bailes, escotes, abanicos, claveles, calas y guitarras, etc., acrílicos sobre papel o madera que nos recuerdan la magia de una misteriosa y enigmática idiosincrasia popular andaluza de mantilla y peineta, un poco de cartón piedra, podríamos decir, pero cuajada de una enaltecida nostalgia hacia una tierra antojada.

La voluptuosidad de sus figuras boterianas, el carácter a veces tragicómico de sus personajes, rompen los cánones estéticos idealizados y pinta a sus personajes con una exagerada redondez; su propuesta iconográfica está basada en la corpulencia, en las dimensiones exageradas que hace su pincel reconocible.

No existe placer en los rostros, no hay ninguna clase de exaltación, de emoción, sin embargo, nos puede resultar incluso divertido, este reflejo melodramático de la humanidad. Son personajes corpulentos inconscientes del desabrigo que viven de manera un tanto somnolienta; pueden hasta celebrar acontecimientos y adoptar posturas plácidas, pero no son, no viven, sólo están. Están determinados en su presencia desolada, muertos pero sempiternos en su densidad de compareciente y en su asombrosa capacidad de inquietante no-expresión, se manifiestan con una apreciación desviada de una realidad que más allá de espantar invita al espectador a participar de ella, a transfigurarse en alguno de sus personajes y convivir en su grotesca tragedia. El artista utiliza un enfoque existencialista para alternar entre el ser, el estar y la libertad que trasciende desde su propia conciencia para dirigirse hacia el mundo, hacia el público.

Daniel Aremas Rodríguez
Crítico de Arte Independiente
Director Sala Aires/MACAM