Rafael Nadales y la evidencia de la libertad

Para alcanzar la notoriedad y maestría de un escultor como Rafael Nadales se requiere poseer destreza motriz, fuerza física y un sentido excepcional de la estética. Ni que decir tiene de una visión amplia de las cosas, más allá de lo estrictamente explícito, y claro está, más de medio siglo de experiencia.

El escultor gallego emprende una aventura despiadada en busca de emociones, transforma los materiales inertes en algo espiritual, en aquello que forma parte de su propia existencia, de lo vivido. Sus instalaciones escultóricas, en ocasiones parten de la materia prima pura: la madera, el acero, el hierro, la piedra, incluso los combina; en otras utiliza objetos usados, que posteriormente sufren una transformación, que va desde el objeto inanimado a la creación de una escultura que nos interroga acerca de nuestras propias inquietudes. El autor se siente emancipado para poder forjar dichas emociones, sus sentimientos encontrados, es por ello que Nadales parece partir de la hipótesis de que él mismo es libre, para poner esta libertad en práctica. La continua investigación de la composición y estructura de sus obras, en cada caso, resulta de una determinación voluntaria y espontánea. El estudio de las condiciones de validez de su instinto creativo hace un aporte tácito, pero fundamental, al desarrollo de su esmerado trabajo artístico.

En este trayecto esquemático inicial y fundamental para convertir la mera ilusión en una realidad definida y consensuada, Nadales establece un orden en sus pensamientos, incluso entre aquellas partes que no estén ligadas por una disposición natural, se apoya en la solución de las cuestiones más simples hasta resolver los problemas más complejos a su alcance. El trabajo es esmerado, y requiere de revisiones amplias para estar seguros de no haber omitido nada en el transcurso de la representación, y que ésta guarde en su composición la naturaleza determinista y fiel de la cosa representada.

Su estilo modernista alcanza a consolidar una transacción entre realidad y abstracción, constituyendo una vía intermedia entre el clasicismo de la masa con formas definidas y la construcción del volumen abstracto. Incluso en sus esculturas más próximas al Cubismo plasma variaciones sobre las figuras, bien un instrumento musical, bien una forma humana o animal, que conviven con una arquitectura abstracta. En algunas de sus obras la materia se simplifica apenas a unas líneas rectilíneas que acotan un vacío y conforman un dibujo en el espacio que nos sugieren formas conocidas pero representadas con extraordinaria originalidad. Esas mismas líneas se ensortijan y parecen danzar al compás de la expresividad del movimiento curvilíneo.

Es aquí donde el artista adquiere una responsabilidad real consigo mismo, no es ilusoria. Lo tácito ya ha adquirido una condición tangible, y dicha condición se manifiesta en un conocimiento legítimo, y éste versa en parte sobre algunas relaciones causales que el artista interrelaciona con sus percepciones personales. Se ha valido para dicho cometido de un amplio y diverso aprovisionamiento de técnicas, lenguajes y texturas para formalizar su expresión artística.

Rafael es un consagrado marino del arte, su conocimiento artístico está plenamente adaptado al entorno y en constante evolución, él le atribuye a dicho conocimiento un enorme valor práctico, lo cree indispensable para conducirse en la vida, para justificar su verdad, esa verdad elegida que le impulsa a seguir firmemente un rumbo indeterminado y libre.


Daniel Arenas Rodríguez
Director de Sala Aires/MACAM
Crítico de Arte Independiente