Sara Garrote y la energía desgarradora de la inspiración

Sara Garrote reprende el mundo que le rodea y lo plasma en su obra de manera espontánea, rebelde, personal y directa. Sus cuadros son parte de sí misma, de su personalidad, vigorosos refrendos de una percepción artística impulsiva y vocacional.

Parte de un análisis minucioso de la realidad, de una apreciación visual concreta en un momento determinado. Canaliza la luz y el color real que emana de la naturaleza en el instante en el que lo contempla, pero el enfoque lo hace íntimo, lo centra en aquellos efectos que produce la luz natural sobre los objetos en detrimento de la forma exacta de sus contornos. Los colores se jactan conformando efigies y escenarios que dormitan en el profundo manantial de su imaginación, fruto de sus propias vivencias. Materializan creaciones, representaciones compuestas por gran variedad cromática; paisajes, figuras que denotan distintas intensidades de fosforescencia, la búsqueda de su momento de luz más allá de las formas que subyacen bajo éste.

El color vuelve a ser el ingrediente fundamental de sus cuadros y lo sirve de manera exaltada. Conforma, en consecuencia, un lenguaje desgarrador, furor expresivo de su cromatismo, surcado por una violenta carga emocional y energética.

La impronta de Chuca late en el seno de un espíritu multitemático ilimitado. Quehacer insondable sería pretender definir su arte, la pasión que le suscita su ansia por la creación. Con cierto aire impresionista a veces, alude a las formas y los aspectos concretos de la realidad. No pierde el tiempo con la precisión en la pincelada, busca una identidad lírica más poderosa que le hace conectar con el espectador y actuar con el recuerdo de una verdad natural, fuente primera de inspiración. La creadora, en otras ocasiones, considera oportuno y justificada la necesidad de la representación figurativa y tiende a simbolizarla con un lenguaje visual autónomo, dotado de diversas significaciones.

Este lenguaje particular con el que se comunica la artista ferrolana es gestado a partir de experiencias personales. Pinta también con el brío de su instinto. Desarrolla un minucioso estudio del concepto presentando una escena en el marco de distintas atmósferas de luminiscencia: navega del azul al púrpura, del púrpura al ocre, del ocre al granate. Es una artista de contrastes, de inconformismo ante una única realidad empírica, encuentra variadas propuestas pictóricas y las ofrece al público sin subterfugios.

Sara imprime en sus cuadros, como un flash, la profundidad de su alma, la emoción efímera de la contemplación instantánea. El observador se transforma con agrado y percibe el flujo incesante que ordena la actividad fluctuante de la capacidad creativa de la conciencia, donde se manifiesta la afinidad misteriosa entre la Naturaleza y la imaginación.


Daniel Arenas Rodríguez

Director de Sala Aires/MACAM

Crítico de Arte Independiente